Cuando todos tenemos claro los efectos perversos del conflicto de Ucrania, tanto humanos como económicos, no deja de ser constructivo buscar alguna consecuencia de carácter positivo. Las hay. La respuesta está (como casi siempre) en nuestra “madre” Alemania. Me explico. Rusia entró en la OMC (Organización Mundial del Comercio) el pasado enero. Algo que, de puro anacrónico, parece casi increíble. Piensen que China lo hizo en el año 2001 (pistoletazo de su super ciclo de crecimiento económico). Durante muchos años Alemania, mejor dicho su sector exportador (centrado en la industria del automóvil, sobretodo), ansiaba tal entrada con el sano objetivo de inundar de productos un mercado amplio y con un número considerable de habitantes de alto poder adquisitivo. Un mercado virgen. Imaginen lo que ello puede suponer en ventas de Mercedes, Audis… a precios cada vez más asequibles para la clase media rusa. En el subconsciente alemán se ansiaba repetir el proceso que se vivió con la apertura comercial de China. Y, de repente, la incorrecta gestión del conflicto de Ucrania nubla ese ansiado horizonte comercial. Desde entonces Alemania vuelve a mirar con más “cariño” a sus vecinos del sur. Todavía su segundo gran mercado (tras China). Algunos pensarán que… ¿dónde está ese cariño? La respuesta la tenemos en nuestro Banco Central (mejor dicho, el de los alemanes), el BCE. ¿O creen que hubieran sido posibles los últimos y los próximos anuncios de expansión monetaria, si Alemania hubiera seguido ampliando sus mercados exteriores, con el caso de Rusia? Evidentemente todo es opinable, pero cuando uno mira a que coste se financian hoy los Tesoros de media Europa (y por ende, parte de sus economías), cuesta concluir que sea por algo que hayamos bien, entre todos. Sobre el mercado Ruso, les garantizo que la expectativa era muy alta, y la decepción actual muy intensa…